Construida a principios del siglo XIX, esta iglesia se ha mantenido con gran fidelidad a su diseño original, conservando su estructura y características arquitectónicas a lo largo del tiempo. Su sencillez y armonía visual la convierten en un testimonio excepcional de la tradición constructiva chilota, reflejando la maestría de los carpinteros de ribera que la erigieron.
El interior del templo se distingue por una estética sobria y elegante, con un predominante color blanco que otorga una sensación de amplitud y luminosidad. La ornamentación, realizada en tonos rojos con pequeños detalles en negro, resalta la delicadeza de sus elementos decorativos y aporta un carácter distintivo a la iglesia.
Uno de sus principales atributos es la torre, la cual presenta dos tambores de planta octogonal y chapiteles de base octogonal, una estructura típica dentro de las iglesias de la Escuela Chilota de Arquitectura Religiosa en Madera. En su fachada, el pórtico se compone de pilares de una sola pieza, lo que resalta la solidez de su construcción. A diferencia de otras iglesias de la zona, esta no posee arcos en su acceso principal, lo que le otorga un estilo más austero. El frontón, elaborado completamente en alerce, añade un detalle rústico y natural que se integra con el entorno.
En el interior, la nave central cuenta con una bóveda de arco de medio punto, la cual aporta verticalidad al espacio y refuerza su estructura. La ornamentación de la bóveda, junto con los pilares de sección cuadrada decorados con detalles artísticos, demuestra el esmero y dedicación de los artesanos que participaron en su construcción.
Esta iglesia es un claro ejemplo del legado arquitectónico y cultural de Chiloé, manteniéndose como un espacio de gran valor patrimonial y espiritual para la comunidad local.
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